Me voy a permitir la libertad de hablar de libros, no de los míos, pues el mismo Umbral decía que si hay alguien activo en el binomio escritor/lector es este último. Hago de lector, que no de crítico y por eso me atrevo, por lo tanto no busquen aquí una crítica literaria sino simplemente lo que se me ha ocurrido al leerlos.
El primero del que voy a decir algo es una novela, extensa, intensa y creo que excepcional: Hacia los confines del mundo de Harry Thompson; Salamandra, 2007. Thompson (1960-2005) consigue en esta su primera obra de ficción aunar la aventura de un barco planero, el Beagle, su joven capitán FitzRoy y los estudios sobre la evolución cuando en el segundo viaje embarca Charles Darwin como filósofo naturalista. La linealidad de la narración así como la claridad de la misma creo que tiene relación con las actividades anteriores de Thompson, guionista de televisión, creo que trabajó en la BBC y como autor de biografías de algunos personajes como Hergé, Richard Ingrams y Peter Cook. Junto a las características ya citadas hay que añadir el rigor científico y el nivel de las discusiones entre el capitán del navío con el propio Darwin; no era nada fácil en ese momento para dos creyentes las pruebas irrefutables que aportaba la naturaleza sobre los procesos evolutivos y lo escrito en la Biblia. Interesante esta parte del libro, aunque no lo es menos la descripción de tareas en el buque, muy cercanas a las de Patrick O’Brien y las referencias antropológicas de los pueblos con los que iban contactando, así como su intento de educar algunos en Inglaterra y luego trasladarlos a su lugar de origen. Es una obra muy amplia, más de ochocientas páginas pero crea adicción, lo juro.
Algo completamente distinto por su temática es la obra de J.M. Coetzee Contra la censura. Ensayos sobre la pasión de silenciar; Debate, 2007. El título puede dar lugar a cierta confusión porque los ensayos recogidos en este volumen no tienen como finalidad hablar contra la censura sino sobre la censura y lo que significa como pasión por el poder para silenciar. Son varios los trabajos aquí reunidos, todos ellos muy densos y de lectura, no complicada, pero si muy pausada y con lápiz en la mano para marcar los interrogantes y acudir a las citas, pues la bibliografía es amplísima y muy completa. Si tuviera que destacar alguno de los trabajos incluidos me quedaría con el primer capítulo: Ofenderse, que viene bien porque cada día te encuentras más de una persona que sin saber por qué se siente ofendida, que no sé si es un derecho o no, pero cada vez son más. Ceño fruncido, caminar rápido y mirada un tanto atravesada caracterizan al ofendido. También es bastante frecuente quien cree tener razón a pesar de todos los pesares y esto es peligroso porque ese sentimiento o convencimiento intuitivo de tener siempre la razón, como dijo Karl Popper “se corre el peligro de convertirse en un fanático intolerante”, y claro después pasa lo que pasa.
El capítulo sexto Osip Mandelstam y la Oda a Stalin es un ejemplo nítido de cómo ejercer el poder el Estado y el miedo que éste tiene a la literatura. Es tal la presión que se ejerce desde el Estado sobre determinados ciudadanos que éstos pueden llegar a la locura por miedo, en este capítulo, el resto, diez más, son, creo, igual de interesantes, pero como es cuestión de gustos he citado esos dos.
Y por último para cerrar el triplete y como una de mis debilidades confesables es el mundo de la información y la comunicación, hay un libro ¡Basta de mentiras! Cuyo editor John Pilger; RBA, 2007 reúne hechos periodísticos donde el periodismo de investigación ha puesto al descubierto manejo de gobiernos, multinacionales y ha acercado al gran público hechos que de lo contrario hubiesen quedado en la oscuridad. De los 21 trabajos recopilados, todos esenciales, cada lector haría una selección distinta, todas válidas, por eso me atrevo a sugerir algunas de las investigaciones recogidas sin que el resto no tenga tanto o más valor periodístico o incluso literario. El primero sería el trabajo de Martha Gellhorn, 1945 titulado Dachau y describe de forma magistral el horror de un campo de exterminio. Creo que la expresión “una imagen vale más que mil palabras”, cae después de leer este texto; el trabajo de Seymour M Hersh, 1970 La Matanza de My Lai” demuestra que no hay tema pequeño y se cumple la cita de Cockbourn “Nunca te creas nada hasta que lo nieguen oficialmente”. Es interesante el trabajo de rastreo y como buen periodista tiene que tener muy desarrollada la capacidad de dudar, de lo contrario se hace periodismo de comunicados oficiales. No sigo porque en todos los trabajos compilados hay cosas muy interesantes, tanto de Amira Hass, Günter Wallraff, que se hace pasar por trabajador turco en Alemania, o Robert Fisk, posiblemente el mejor reportero de guerra actual. Se puede leer en Rebelión; o de la periodista rusa Anna Politkovskaya que destapó la guerra sucia en Chechenia y le costó la vida. En fin periodismo del bueno.
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