sábado, 29 de septiembre de 2012

LA CAJERA RUBIA

Anoche dormí mal, la verdad muy mal. Es cierto que me acosté más tarde lo normal, pero ni la cena fue pantagruélica, incluso contando el antalgín que me tomé para el dolor de espalda; ni hubo exceso de alcohol, bueno de nada, sin embargo fue recurrente la pesadilla con la cajera rubia de Mercadona.
           
            Soñé que todas las cajeras de Mercadona se habían confabulado con el dueño de esta secta para estafar a los clientes incautos, entre los que creo que me cuento, digo que me cuento porque la lista de la compra después de haber pagado solo me sirve para abrir la valla con el código de barras. Nunca me he parado a mirar y comprobar si se corresponde con lo que hay en el carro, solo escucho la voz de mi cajera, hay confianza, cuando me dice el total de la compra, y ya, tarjeta y adelante.

            Pues sí, soñé que todas las cajeras mantenían su puesto de trabajo y además obtenían un plus en la confianza del jefe cada vez que lograban escamotear al cliente confiado algunos céntimos pasando por el control del código de barras los productos más de una vez; escamoteando en la pescadería algo de lo comprado, que en el trayecto hasta tu casa solo quedaba la etiqueta en la bolsa, pero el producto había desaparecido. Un pulpo se me perdió en el camino. No soy despistado pero no tanto, el pulpo debería haber hecho el recorrido hasta casa con un abadejo, pero no, el abadejo llegó solo, aunque el pasaje de él y el pulpo venía en la bolsa.

            Es verdad que la cajera siempre ha sido muy amable y nunca me creí que había ligado o algo así, simplemente suponía que era una estrategia comercial, o simplemente cortesía y gracias personal, pero no, después de la pesadilla de anoche creo que hay una confabulación de las cajeras contra los incautos y plegadas a los caprichos del gran propietario que quiere seguir arañando unos céntimos a los bolsillos de los despistados y confiados clientes que engordan una cuenta de resultados ya suficientemente abastecida.

            No había amanecido, casi, y salí de la cama en busca de la lista de la última compra, pero no la encontré, quería comprobar si la pesadilla era real. De todas maneras me temo que me ha engañado otra vez, porque me sorprendió que estuviera más amable de lo habitual, era casi la hora de cerrar y tenía una risa no angelical, porque no sé cómo se ríen los ángeles, pero muy seductora. La próxima vez, si no tengo mucha prisa prometo mirar la lista con detalle y no sonreírle demasiado, o casi nada, porque me sienta mal que me engañe, pero peor me sienta que esté de acuerdo con su jefe para burlarse y estafar a los confiados clientes adeptos a esta Cienciología comercial. Confío en cumplir mi promesa de mirar la lista y algo menos a los ojos de mi cajera.

lunes, 3 de septiembre de 2012

LECTURAS: HHhH. LAURENT BINET


HHhH [Himmlers Hirn heisst Heydrich, “el cerebro de Hitler se llama Heydrich”] es el acrónimo con el que Laurent Binet [Francia, 1972] titula su novela [Seix Barral, 2011] en la que recrea el atentado, preparación y ejecución, que sufre Heydrich en Praga en 1941. “El carnicero de Praga” o “La bestia rubia” son algunos de los apelativos con los que se conocía a este personaje, mano derecha de Hitler y encarnación de la perversidad en estado puro, de ahí la fascinación de este persona, excepcional donde los haya y que despierta entre investigadores y escritores un marcado interés.

            Binet logra reconstruir paso a paso los acontecimientos que llevan Josef Gabick y Jan Kubis, checo y eslovaco respectivamente, a atentar contra la vida de Heydrich en diciembre de 1941. Es el gobierno checo en el exilio, junto con la ayuda de Inglaterra quienes buscan un golpe de efecto al tiempo que pretenden “visualizar” el poder de la resistencia y el gobierno en el exilio. La reconstrucción, fiel a los hechos, cuenta con el interés añadido de una narración ágil y dotada de la dosis de intriga necesaria para que el lector desee pasar la página y continuar con el relato.

            Pero no solo es el relato de los acontecimientos, sino que Binet suma al mismo el proceso de creación, es decir, cuenta cómo nace su interés por el personaje, como indaga en distintas fuentes de consulta y como llega al producto final. Algunos críticos ven es esta estructura narrativa una alternativa a la novela histórica. Realmente creo que esa no es su aspiración, sino más bien dar a conocer su forma de trabajar y lo complicado del mismo por lo estricto y minucioso en el tratamiento de las fuentes y los datos recogidos. En medio de esta narración de ese proceso creativo no deja de ser crítico con algunos autores que también hacen novela histórica. Es el contrapunto a su modelo de trabajar, así que porque lo considero interesante y da una medida de lo meticuloso que es Binet con las fuentes y la constatación de los datos les dejo con algunos párrafos en los que hace referencia a la Jonathan Litell y su obra “Las Benévolas”.

            “Me pregunto cómo sabe Jonathan Litell que Blobel, el responsable alcohólico del SonderfKommando 4ª del Einsatzgruppe C, en Ucrania, tenía un Opel. Si Blobel circulaba verdaderamente con un Opel, me inclino a sus pies. Confieso que su documentación es superior a la mía. Pero si es un bluf, eso debilita la obra. ¡Por completo! Es cierto que los nazis se proveían masivamente en la casa Opel, lo que hace totalmente verosímil que Blobel hubiera poseído, o dispuesto de esa marca. Pero verosímil no es lo mismo que probado. Menuda tontería, ¿verdad? Las personas a las que les cuento estas cosas me toman por un maniático. No ven cuál es el problema.

            […] Evidentemente habrán sospechado que la aparición del libro de Jonathan Litell, y su éxito, me han perturbado un poco. Aunque siempre puedo tranquilizarme diciéndome que no tenemos el mismo proyecto, estoy obligado a reconocer que nuestros temas son bastantes cercanos. Estoy leyéndolo y en cada página me dan ganas de hacer comentarios. Tengo que reprimir las ganas. Mencionaré tan solo que hay un retrato de Heydrich al principio del libro. Sólo citaré una frase: “Sus manos parecían demasiado largas, como algas nerviosas sujetas a sus brazos”, ya que, no sé por qué razón, me gusta esa imagen.” [ob. cit, págs.. 273-274]