Bueno, ya han pasado los ecos de la cumbre
de presidentes y jefes de estado de los países del euro grupo. Como no podía
ser menos también a la misma se le calificado de histórica, como las
anteriores, así que nada nuevo que destacar en cuanto a los adjetivos que se le
colocado como tampoco a los discursos vacíos que repiten más de lo mismo. Cifras
de miles de millones de euros para la reactivación económica, que si la deuda
en España va directamente a la banca. En fin, al final ya se sabe quién va a
tener que pagar esta inmensa deuda que ha crecido mientras algunos practicaban
la economía de casino porque papá-estado lo iba a arreglar.
Mientras
cae este domingo acompañado por el triunfo de la selección española de fútbol
que ha conseguido, seguro, que en los edificios las banderas le ganen a los carteles
de se vende o se alquila. Es curioso como el fútbol dispara este nacionalismo
banal, melifluo, que además en este país le acompaña la intelectualidad
sostenida por los cocinillas que se han puesto de moda. Nunca antes freír un
huevo fue tan aplaudido y tan esperado como arte, y nunca la pasión fue fagocitada
por el fútbol como ahora.
Pues
nada, ojalá el lunes el dinero que se pida prestado por parte del estado para
pagar viejas deudas, se haga a unos precios moderados, que circule el capital,
que se genere actividad económica y haya empleo. Ese creo que es el deseo de la
mayoría de la población, pero me temo, y no es por aguar la fiesta que poco se
va a diferenciar el próximo lunes de los anteriores, porque en el fondo me
parece que la intención de eso que se llama mercado es seguir adelgazando lo
público, limando el estado del bienestar hasta límites desconocidos. Me atrevo
a decir que esto tocará fondo cuando el salario de un trabajador solo le dé
para un sustento en precario, y por sustento entiendo las necesidades básicas,
es decir, el mayor porcentaje de su salario se dedique a la alimentación.
En
un momento determinado las clases trabajadoras cambiaron las reivindicaciones
laborales por el desarrollo del estado del bienestar, que iba a sostener y
financiar el trabajo, no los empresarios, así que el Estado se convierte en
prestador de servicios como sanidad, educación, seguridad, etc. El paso del
tiempo ha ido ensanchando este estado del bienestar hasta el punto que se están
perdiendo para los mercados importantes nichos de negocio, así que lo que queda
es recortar, recortar hasta que se cumpla lo que anteriormente cité.
A
este proceso le ha favorecido en este país, en otros más o menos, el desacierto
de una clase política formada en un porcentaje importante por advenedizos,
trepas, incultos y corruptos, para los que lo público solo era el camino para
el enriquecimiento. Al mismo tiempo esa clase política con miras a corto plazo,
no más allá de las próximas elecciones se ha tapado los ojos frente a los
desmanes, la corrupción, el despropósito
en el maltrato a los recursos naturales. Quienes dependemos de un
salario hemos visto como poco a poco la depreciación del mismo iba tomando
impulso hasta quedarse no ya congelado, sino depreciado y recortado. La izquierda
le ha hecho el juego, le ha preparado el camino a los neoliberales de reciente
hornada; incluso las ocurrencias de los famosos “brotes verdes” y lo fuerte que
estaba el sistema financiero español, afirmaciones de advenedizo y prepotente
solo han hecho que el camino de plata quede preparado para que la derecha haga
lo que mejor sabe hacer, y que no es otra cosa que acabar con lo público.
En
fin, que nada turbe la alegría futbolera, que los héroes patrios suban a los
altares populares, que su sudor se venere como pócima milagrosa, sus discursos
se estudien en las escuelas y se haga un catálogo de vidas ejemplares para
próximas generaciones; mientras sigue la escalada del desmantelamiento de lo
público sin que nada lo pare.
Siempre
recuerdo lo que me ha repetido en numerosas ocasiones una persona mayor que en
1940 iba a una escuela en Santa Cruz y decía: -¡Arriba España! Un cachito de
pan señorita. Los diez años que tenía en ese momento y el hambre le afinaban la
voz. Ah, lo de la cartilla de racionamiento puede que sea exagerado, pero no
está de más recordar lo que pasó en un momento determinado, por razones
distintas, pero pasó.