Así me he sentido mientras de forma
casi enfermiza leía Intemperie de Jesús Carrasco, Seix Barral, 2013.
Desde la primera línea: “Desde su agujero de arcilla escuchó las
voces que lo llamaban…”, hasta la última palabra mi compañía fue el
desasosiego. Mientras avanzaba en el recorrido por las páginas de esta novela,
la angustia iba en aumento porque los personajes, el niño el viejo, los extremos
de la vida, que se mueven en el secarral y se entrecruzan sus caminos para
sumar dolor y sufrimiento.
No dejes de leer Intemperie para
comprobar qué y cómo te pueden conmover estas historias que pueden parecer
simples, pero como las cuenta Jesús Carrasco dejan huella.
Te dejo con estas líneas por si
sirven de estímulo para su lectura. Si es así que la disfrutes.
“Por suerte para él, el llano no daba para
exotismo. Allí sólo había galgos. Carnes escurridas sobre largos huesos.
Animales místicos que corrían tras las liebres a toda velocidad y que no se
detenían a olfatear porque habían sido arrojados a la Tierra con el único
mandato de la persecución y el derribo. Flameaban líneas rojas en sus costados
como recuerdos de las fustas de los amos. Las mismas que en el secarral
sometían a niños, mujeres y perros” [Ob. cit. pág. 10]