miércoles, 22 de junio de 2011

LA LISBOA DE PIRES Y PESSOA

Con la lectura de Lisboa de Fernando Pessoa, Eneida, 2010 cierro un círculo sobre esta ciudad. Primero fue la lectura de la obra de José Cardoso Pires, Lisboa. Diario de a bordo. Voces, miradas, evocaciones; Alianza editorial, 1997, nunca me cansaré de recomendarla; después la visita durante diez días. Sí, ya sé que para conocerla, la ciudad, cualquiera, como afirma Claudio Magris, hay que vivirla, aún así, creo que mis paseos me sirvieron para impregnarme de los “aires” de la vida urbana y por último la obra ya citada de Fernando Pessoa.
            Ya en más de una ocasión he hecho referencia a la obra de Cardoso Pires porque creo que es el mejor retrato que se puede hacer de una ciudad, ya que lleva al lector un paso más adelante de la simple descripción, coloca al viajero más allá de las rutas y recorridos que lo pueden convertir en lo que Cardoso Pires denomina “viajero de museos”, que a fin de cuentas lo que busca es llenar una agenda con visitas que sacian la conciencia cultural de manera superficial, anodina y solo sirve para contar a las visitas en una cena entre amigos.
            Aspiro como viajero a conocer la ciudad tal como dice Cardoso Pires: “Nadie podrá conocer una ciudad si no la sabe interrogar, interrogándose a sí mismo. O sea, si no trata de descubrir por su cuenta los azares que la vuelven imprevisible y el misterio de su más íntima unidad” [ob. cit. pág. 12]. No es solo la piel de la ciudad, la geografía, es algo más lo que debe impregnar al viajero que busca identificarse, meterse en las entrañas de la ciudad.
            Fernando Pessoa habla de Lisboa en otro plano, creo que más superficial y descriptivo, sin entrar en las entrañas del lugar por donde transita. Su visión de la ciudad comienza con un título muy orientativo: “Lo que el turista debe ver” y luego sigue: Sobre sietes colinas que son otros tantos puntos de observación desde donde se pueden disfrutar magníficos panoramas, se extiende la vasta, irregular y multicolorida aglomeración de casas que constituye Lisboa” [ob. cit. pág. 19].
            Cardoso Pires la ve así: “Apenas amanece, te me apareces posada sobre el Tajo como una ciudad que navega. Es natural: cada vez que me encuentro en alturas desde las que creo abarcar el mundo, en la cima de un mirador o sentado en una nube, te veo ciudad-nave, barca con calles y jardines por dentro y hasta la brisa que corre me sabe a sal”. [ob.cit. pág. 9].
            Me sigo quedando con la Lisboa de Pires, la que recomiendo, la que veo cuando cierro los ojos y repaso las fotos que tomé, sobre todo aquellas en las que las ropas cuelgan de ventanas y balcones como estandartes domésticos, multicolores agitados por esa brisa con sabor a sal y con el desparpajo suficiente para que parte de la intimidad doméstica ondee al viento.
Fotos de Lisboa [++]

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