viernes, 2 de enero de 2009

MÁS LECTURAS

Después de la segunda parte de la trilogía de Stieg Larsson; de La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa y de leer algunas aventuras, no todas, de Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek, Galaxia Gutenberg, 2008; me he pasado a otro tipo de lectura, si quieren más “trascendente”, ni mejor ni peor, sólo distinta. Me refiero a la última obra de Vasili Grossman: Todo fluye, Galaxia Gutenberg, 2008. Antes de dejar algún comentario y fragmento de esta obra, me gustaría volver con el buen soldado Svejk, personaje creado por Hasek, que él recrea todo un conjunto de situaciones para criticar con sarcasmo lo absurdo de la guerra, de las instituciones “pilares” como la iglesia y el ejército. La primera parte es interesante porque desde la inocencia de Svejk se zarandea con mucha ironía al ejército –su natural estupidez, así como a la iglesia. No se pierdan el capítulo XII, del que he entresacado lo siguiente:

“-Apreciado amigo –contestó Katz, palmeándole amistosamente la espalda-, mientras el Estado no se dé cuenta de que los soldados no necesitan la bendición de Dios antes de ir a la guerra, ser capellán castrense es una profesión suficientemente bien remunerada en la que uno no se mata trabajando. Personalmente, prefiero esto que correr por el campo de ejercicio haciendo maniobras. Entonces recibía órdenes de mis superiores, mientras que hoy hago lo que me da la gana. Represento a alguien que no existe y hasta ejerzo el papel de Dios. Cuando no me da la real gana de perdonar los pecados de alguien, no se los perdono aunque me lo suplique de rodillas. De todas maneras, éstos son una minoría”. [Ob. cit. pág. 153 y sig.]

Recomendable su lectura sin atragantarse que a lo mejor nos da por salir a despotricar de los curas y los milicos y ahora está mal visto.

De la obra de Vasili Grossman, Todo fluye. (No la he terminado de leer), me atrevo a decir que es impactante, más sobrecogedora que Vida y destino, su obra cumbre. Iván Grigórievich, regresa después de treinta años en los campos de concentración para los “desafectos” del régimen. 1954 es el año en el que regresa y ya Stalin ha muerto. Les dejo algunos párrafos de los que he leído.

“¡Stalin ha muerto! Algunos se sobrecogieron por el dolor: en ciertas escuelas los profesores obligaron a los alumnos a arrodillarse y, arrodillados también ellos y llorando a lágrima viva, leían el comunicado oficial de la muerte del Vozhd. Durante las asambleas funerarias, en las instituciones y en las fábricas muchos se sumieron en un estado de histerismo; se oían sollozos, gritos de mujeres fuera de sí, algunos se desvanecían. Había muerto el gran dios, el ídolo del siglo XX, y las mujeres sollozaban…

A otros les embargó un sentimiento de felicidad. El campo, desfallecido bajo el peso de la mano de hierro de Stalin, sus piró aliviado. El júbilo invadió a millones y millones de personas confinadas en los campos… Columnas de presos marchaban al trabajo en medio de las espesas nieblas. El bramido del océano ensordecía el ladrido de los perros guardianes. Y de repente, como la luz d ela aurora boreal, un clamor surgió de las filas: “¡Stalin ha muerto!”. Decenas de miles de reclusos escoltados se transmitían la noticia de los unos a los otros, susurrando: “La ha palmado… la ha palmado…”, y aquel susurro de miles y miles de personas aulló como el viento. La negra noche reinaba sobre la tierra polar. Pero el hielo del océano glacial se había roto, y el océano rugía.

No pocos científicos y obreros, al enterarse de la noticia, sintieron confundirse dentro de sí el dolor con las ganas de bailar de felicidad.” [págs. 38-39]

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